“Nunca hubo una muerte tan anunciada”

por Natalia Barraza


Con esta frase de un libro de Gabriel García Márquez inicio el sendero de mis dilucidaciones respecto a Rèquiem Nocturn. Y es que esa noche de sábado en el Mercat de les Flors bajo el efecto de 100 y pico minutos movilizadores solo pude dejarme llevar a través de los agitados cuadros que se iban desplegando ante nuestros ojos. Risas, reflexiones, golpes de color y calor, desenfado y desenfreno a modo de ópera contemporánea bajo la estética del mallot y el universo del coreógrafo y director de cine Bob Fosse a través del hilo y aguja de Pere Faura.


Este creador lleva en su espalda muchos años de experiencia con diferentes producciones como Sin baile no hay paraíso, Sweet Fever y Sweet Tyranny entre otras, donde se apropia del imaginario pop y los lleva a escena en un tono de musical multidisciplinar.


Este anunciado ritual fúnebre se reafirma a sí mismo desde diferentes ángulos sobre los que aborda la muerte con su consecuente despedida, desde la hilarante referencia a personas y personajes que la representan. Es una obra intensa, en la que el luto se viste en piel sintética y brillante, más tirando a un vestuario sado que a ropa para ir a un velatorio. Y es precisamente esa dicotomía entre el brillo purpurina y la contundencia de quien se va para no volver, que hace que la obra transcurra desde la tensión, al asombro, al disfrute.


El tema es claro: Hola, soy Pere Faura, coreógrafo, y así me despido del mundo de la danza después de muchos intentos y desilusiones. Para hacer esta declaración, la dramaturgia se basa en la liturgia que compone un funeral haciendo un un repaso iconográfico de los ídolos de Pere, fundamental en sus obras. Parece ser que no se ha dejado nada en el tintero, o que por lo menos ha sabido evocar a cada artista y género que le inspira. Con un soporte audiovisual complementario vemos que a través de varias pantallas a diferentes distancias transcurre un discurso que señala, denuncia, poetiza y rinde homenajes constantemente.


Un cartel de “Lux Perpetua” anuncia la apertura al ritual al que se nos invita, con música en directo, genialmente orquestada por Aurora Bauzà i Pere Jou, acompañando y acentuando el dramatismo de la obra para llevarnos del cielo al inframundo de ida y vuelta. La presencia de 9 maravillos@s y variopint@s intérpretes, se explaya en una especie de escena metateatral, basada en imágenes del casting real y las de la película All that jazz generando suspicazmente un diálogo entre el cine y el escenario: la ficción de la representación del momento y la vivencia literal por la que atravesaron unos meses antes de la creación del espectáculo, donde aparecen quienes aspiraban a entrar en el elenco, y los cuerpos de carne y hueso de l@s que hoy habitan la escena.


Hay en ell@s una vitalidad sostenida durante toda la obra, que coquetea con el espectador desde su naturalidad, donde vemos personalidades y realidades diferentes (diferentísimas quizás) y por eso más ricas. Cada una lleva a su terreno su propia fisicalidad y dinámica revelando virtuosismos y errores, aprovechándose de ellos con regocijo. La belleza de contar con cuerpos heterogéneos en medidas, colores y edades amplían el abanico expresivo. Y a pesar de esas variantes, podemos verles como un colectivo, como una masa que respira a veces como eco, a veces como ola, a veces miméticamente, como cuando no sabes dónde empieza uno y acaba el otro. El coro de intérpretes compuesto por Odo Cabot, Montse Colomé, Raffaella Crapio, Mario Garcia, Júlia Irango, Anamaria Klajnescek, Gloria March, Víctor Pérez Armero, Toni Viñals convivieron con El principito, La Catrina, Michael Jackson, Liza Minelli, Fred Astaire y otros personajes.


Después de una transformación radical del espacio gracias a unos telones traslúcidos que señalan una equis central acotando el escenario, aparece Montse Colomer sobre una tarima con ruedas, con medias y un casco rojo impresionante, micrófono en mano, para ofrecer uno de los momentos de más contundentes a nivel de forma y contenido. Hace un repaso de sus vivencias durante la década de los 80 en pleno apogeo del sida, donde incluso el nombre del síndrome era un tabú y que la lleva a acompañar a muchos de sus compañeros del sector en las postreras de la muerte. ¿Cómo sería el presente (y futuro) de la danza si no hubiera existido el sida? Habla de la fragilidad, de las cenizas, de las muertes hipotéticas y de las reales, nos interpela en la analogía con la que está cayendo –virus de moda mediante– y nos invita a seducir a la inmortalidad bailando hasta el cansancio, hasta el final, hasta que el cuerpo aguante.


A través de una simbólica gorra rosa, pudimos identificar la omnipresencia del director y coreógrafo mediante la pantalla o bien desde una transposición con algún bailarín o personificado a través del actor Francesc Orella, quien como alter ego, relata la quintaesencia de la opinión de Faura sobre el sector, pasando por un análisis a la dictadura de la palabra hasta la queja, a mi parecer redundante y demasiado extensa, sobre la situación en la danza contemporánea. No digo que no se tenga que señalar y repetir hasta el cansancio o hasta lograr el cambio, digo que todas lo sufrimos y que lo entendimos desde el minuto uno, y que estamos de acuerdo en que este barco llamado artes escénicas va sin timón y por aguas bravas. Y para los artistas más marginales, seguro desde siempre.


La obra hace alusiones épicas religiosas y filosóficas sobre el morir pero desde el poder del show del funeral, el glamour de la precariedad, el brillo de la decadencia: pantallas, telones, humo, vestuarios que cambian y luces que alucinan. Hay, como en toda expiación, un punto de orgullo explícito sobre el rendirse, como si el tirar la toalla tuviera también algo de heroicidad. Y sí, puede tenerla.


En todo caso, y tanto como creadora como transcriptora de mis análisis escénicos, encuentro una distinción afortunada al poder elegir una sala como ésta, con un elenco como éste, con una producción como ésta, con un apoyo mediático –y todo muy merecido– como con los que el autor cuenta, para celebrar de manera festiva y bien orquestada su retiro de la danza, pero no se puede omitir que otras despedidas del mismo ámbito han tenido mucho menos bombo y repercusión, se han remitido a simples extinciones, a derivaciones que se van silenciando y perdiendo de vista hasta su ausencia total.


¿Y que podemos hacer? Buscar los restos bajo las piedras? No.


¿Recordar que hay muchas creadoras de calidad invisibles en el sector? Si.


¿Que ésta obra señala precisamente el hastío que produce la incansable batalla de formulario arriba beca abajo convocatoria a un lado y subvenciones inaccesibles más allá? También.


Esta obra cuenta con el humor como ingrediente emancipador y aglutinador para todas las luchas y duelos enunciados. Cuando se celebra el último acto, cual juicio final, vemos desde una explícita frontalidad cómo se muestra y celebra el cansancio de los cuerpos. Si se muere la escena se muere el espectador. Nada más lejano a eso en esta propuesta, no hay desolación no hay desierto, ya que en todo caso en esta alegoría a la muerte somos el reflejo sobreviviente, por lo que al final Rèquiem Nocturn es una fiesta viva.


“y después no volví a saber de mí mismo hasta que empezaron a sonar las campanas”

 Gabriel García Márquez en Crónica de una Muerte Anunciada


Concepto, dirección y coreografía. Pere Faura. Interpretación: Odo Cabot, Montse Colomé, Raffaella Crapio, Mario Garcia, Júlia Irango, Anamaria Klajnescek, Gloria March, Víctor Pérez Armero, Toni Viñals. Concepto y espacio escénico: Jordi Queralt. Composición, dirección e interpretación musical: Aurora Bauzà, Pere Jou (Telemann Rec.). Con la colaboración de Francesc Orella. Asesoramiento dramatúrgico: Marc Angelet. Ayudantía de dirección: Anna Serrano. Ayudantía de coreografía:  Claudia SolWat. Producción: Cèl·lula #2 del Mercat de les Flors. Con la colaboración de Fundació Banc Sabadell. Coproducción: Grec 2020 Festival de Barcelona y Plataforma Cultural La Diürna, SL. Con el apoyo especial  del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya (CAT)


Traducciones al latín: Neus Faura. Vídeo-creación: Sergi Faustino. Diseño iluminación: cube.bz. Coordinación técnica y técnico de luces: Arnau Sala. Técnico sonido: Stéphane Carteaux. Diseño vestuario: Adriana Parra. Ayudantía vestuario durante funciones: Ona Grau. Diseño gráfico y comunicación web: Joan Escofet. Community Manager: Pol Noya. Fotografía: Tristán Pérez-Martín. Vídeo-grabación: Ricardo Salas. Producción ejecutiva: Blanc Produccions.


Estreno Julio, 2020 – Festival Grec – Mercat de les Flors (BCN

fotos: tristán pérez-martín. mercat de les flors. juliol 2020

(per a veure les fotografies a tota pantalla cliqueu sobre les imatges)



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