Antes de subir el telón sonará una descarga de fusilería y después cinco disparos de gracia. Todo a oscuras. Terminado esto, subirá el telón y los cinco personajes estarán envueltos como en polvo o algo que lo simule (atmósfera polvorienta). Sus ropas estarán igual de polvorientas, y nada más subir el telón y verles el público, los cinco al unísono, se darán palmadas en la vestimenta para quitarse el polvo, como adecentándose para la función.
ARTURO. (Sale al medio del escenario y mirando hacia arriba, grita.) ¡HIJOS DE PUTA!
DON ÁLVARO. Tranquilo, hijo, tranquilo. Ya no sirven de nada esas gruesas palabras. (Señala con el dedo hacia arriba.) Bueno, tampoco habrían servido (pausa) antes.
ARTURO. (Se sienta, tapándose con las manos la cara.) ¡Si es que me cagüen!
CARMEN. (Le habla mientras se acerca a él y le coge de los hombros.) Sí que sirven; di que sí, guapo, diles de nuevo «hijos de mala madre».
ARTURO. (Se levanta rápido y vuelve a gritar.) ¡HIJOS DE LA GRAN PUTA!
DON ÁLVARO. Y vuelta rueda a molino. (Levanta las manos en señal de hastío y después mira a todos en derredor.) ¡Que ya estamos muertos! ¿No lo entendéis? ¿Me vais a decir a mí lo que es un muerto? ¿No veis que he visto demasiados para saber de sobra que ya no sirve de nada? Ni gritar, ni implorar, ni llorar, ni nada de nada. Un muerto solo es un muerto.
CARMEN. (Le contesta mirándole.) ¿Pero podrá protestar, digo yo?
ROSITA. Eso. Que protestar es gratis.
DON ÁLVARO. ¡Que protestar es gratis, dice la mocita! Fíjate si es caro que por eso es posible que estemos aquí. Vamos, por lo menos yo.
ROSITA. Pues, ea. Protesto porque me da la gana. Me da igual que sea caro o barato.
DON ÁLVARO. (Mueve la mano como si acabara de hacer un descubrimiento científico.) ¡Un joven es un joven, esté muerto o no! Qué curioso.
BENITO. (Con los brazos en jarra.) Pues sí, pues sí. ¡Hijos de mala madre!
DON ÁLVARO. (Mira a Arturo.) ¿Otro más? Ya solo quedas tú, de nuevo.
(Pausa, silencio en el escenario. Todos miran a Arturo.)
ARTURO. ¡ME HAN MATAO! (Grita.)
(Se pone las manos en la cabeza. Se sienta. Se derrumba.)
DON ÁLVARO. (Señala a Arturo.) ¿Veis? ¿Veis? El ser humano es prodigioso, más por fuera que por dentro, diría yo. Estamos todos muertos y exclama en singular «Me han matao». Solo UNO es importante. (Señala a la fosa.) Es increíble que el egoísmo llegue hasta este lugar.
CARMEN. (Le señala con el dedo.) ¡Que bonito! Y más, viniendo de usted. Al pobre lo matan y encima le llama egoísta.
ROSITA. Siempre fue un médico muy bueno, pero muy recto. A mí de pequeña me daba un dulce si me portaba bien y un cachete si me quejaba. ¿A que sí, don Álvaro?
DON ÁLVARO. Sí, hija, sí. Perdón. (Mira a Arturo.) Perdón. (Mira a todos.) Perdón si he sido un poco inoportuno con mi comentario.
ARTURO. No pasa nada, don Álvaro. Que usted fue siempre muy bueno. (Pone la mano señalando la altura de un niño.) Que a mí también me veía de chiquitito y no nos cobraba nada o casi… nada ¡Que había mucha necesidad en casa de mis padres!
DON ÁLVARO. (Se levanta y señala en derredor.) Y digo yo que estando aquí ya no hace falta el «don». Vamos.
TODOS. (Al unísono.) No le entendemos, don Álvaro.
DON ÁLVARO. (Vuelve a señalar más enérgicamente.) Que aquí ya no hace falta un médico. Así que os podéis ahorrar el «don» y llamarme Álvaro.
TODOS. (Al unísono.) ¡Ah, no! Usted siempre será don Álvaro. Siempre, siempre.
DON ÁLVARO. (Se sienta como acomodándose para un tiempo muy largo, dando con esa postura más énfasis y rentintín a la frase.) Bueno, como vamos a pasar algún tiempo juntos aquí, no vamos a discutir por algo que podemos solucionar dentro de mil años, por decir una cifra.