Cuando empecé a estudiar la figura de Margarita Xirgu, quise indagar en su infancia, los días más tempranos de su niñez y me quedé detenida en sus siete años, declamando poemas en el colegio y leyendo notas panfletarias frente a los obreros, casi todos analfabetos, compañeros de su padre, en una zona marginal de Barcelona, lo que es hoy el barrio Gótico. Son ellos los primeros que reconocen en la pequeña sus aptitudes declamatorias. La oían recitar las octavillas que ponían en sus manos, como invitados a un acto, donde no importaba el contexto, sino su voz dramática que incitaba a la acción, la que transmitía alegría y tal vez esperanza. Ese fue su primer público, de ellos obtuvo sus primeros aplausos.
¿Cómo funciona el tiempo y la memoria?
¿Qué nos hace recordar a un artista más que a un prócer?
Estas son algunas reflexiones que me guían. Me interesa el lugar que ha dejado Margarita, el pasado que la atraviesa. Desde lo simbólico, ella funciona como una puerta al pasado y el pasado siempre es una interpretación, no hay en el pasado una verdad definitiva de los hechos, por lo tanto yo interpreto su vida, su imagen, la busco, la sueño, la persigo y también la interrogo.
¿Quién encarna hoy la figura de Margarita? Para eso he buscado respuesta en las voces de las nuevas generaciones. He entrevistado a jóvenes actrices, algunas estudiantes y otras ya insertas en la profesión, para saber qué inspira a las nuevas generaciones, cuáles son sus referentes, sus maestras. Busco a Margarita en ellas, busco una imagen viva, no una pieza de museo. La rescato de los intelectuales que hoy la citan en las aulas, de los clichés del mundo académico. Quiero indagar en su cotidianidad. Cómo era su día a día, las calles por donde caminó, sus objetos, su casa, la luz de su habitación, por ejemplo. Me interesa lo cotidiano, lo ordinario. Para eso he recurrido a la persona que más ha investigado sobre su vida, la escritora Antonina Rodrigo. Ella me ha contado algunas anécdotas que me han inspirado mucho desde lo visual. Me interesa su humor, sus contradicciones, sus angustias. Qué sintió el día que le contaron la feroz noticia de que a su gran amigo García Lorca lo habían asesinado, qué dijo, qué hizo ese día. O indagar en sus fracasos teatrales, como cuando en Argentina el gobierno de Perón censuró su obra El Malentendido, de Albert Camus, y tuvo que disolver su compañía.
Margarita vivió más de 30 años en el exilio, hasta su muerte en Uruguay (1969). El primer lugar donde se estableció fue en Chile, donde se casó por segunda vez y donde formó parte de la fundación del teatro experimental de la Universidad de Chile (1941). Su influencia fue decisiva para la renovación y el desarrollo del teatro de Chile. He estado allí buscando su huella, lamentablemente está perdida, pero he encontrado algunos rastros. Hay una relación de Margarita y el teatro obrero en el norte de Chile que estoy estudiando, pero esto es casi un trabajo de arqueología, pensando en el tiempo que ha pasado y sabiendo que los testigos directos ya no están. Me interesa seguir ese rastro, porque Margarita nació en las canteras de los Ateneos Obreros, por eso siempre estuvo muy comprometida con los temas sociales, aunque la han tachado de roja toda su vida, ella sentía un compromiso con la gente, con la vida de las personas. Esto me hace recordar cuando Margarita intentó regresar a España (1949): periodistas castellanos y catalanes franquistas le recordaron por la prensa su pasado unido a dramaturgos que calificaron de marxitas, entren ellos Lorca, y por eso no volvió. Pero Margarita nunca militó en ningún partido, Margarita fue una militante del teatro.
Margarita Xirgu, promueve varias líneas de interés en mi trabajo. Me conecta con Latinoamérica, con el exilio y la guerra, que son temas que ocupan mi escritura, así como las temáticas femeninas. Su figura encarna un coro de mujeres marginadas por la opresión, mujeres marcadas, rebeldes y justicieras, las mismas que defendió Lorca y que pusieron juntos en los escenarios.
En plena dictadura de Primo de Rivera (1927) estrenó el drama lorquiano Mariana Pineda. Ella asumió el riesgo pese a toda consecuencia, sabiendo que Mariana era el símbolo de la rebeldía por la libertad. Porque Margarita sabía que la libertad había que conquistarla.
Fue una mujer atrevida. La primera mujer que apareció en bañador en un escenario. En un teatro de Buenos Aires (1938) se vistió de hombre e interpretó a Hamlet. Fue una mujer revolucionaria.
El clima político social que propició la segunda república (1931) hizo emerger nombres como el de Margarita Xirgu y muchas otras mujeres: María Guerrero, Catalina Barcenas, Josefina Blanco, era la época en que las actrices predominan sobre los actores y casi todas eran actrices y empresarias. La constitución dio igualdad a la mujer e hizo que se sintieran seguras, podían separarse, abortar. Las mujeres de la república se enriquecieron muchísimo, estaban llenas de una primavera extraordinaria, que luego la guerra civil reprimió. Esas mujeres tuvieron mucho mérito, más que nosotras, porque ellas sentaron los precedentes. Hoy, gracias a ellas, tenemos una tremenda memoria a nuestras espaldas.
Margarita trabajó en grandes teatros en Barcelona, salas que aún están en funcionamiento, como el Teatro Goya y el Romea. Lo paradójico es que hoy estos teatros tienen muy poca presencia femenina, tanto en autoría, como en dirección y dramaturgia. ¿Qué diría Margarita si viera las cifras? Yo creo que Margarita haría una revolución. (Las cifras se pueden consultar en la página de Dona'm escena)
Yo admiro su personalidad. Una mujer valiente, libre. En plena niñez tuvo que dejar la escuela y trabajar en un taller de pasamanería. Eran tiempos difíciles. Cuando acababa su jornada, se iba a ensayar alguna obra en la que participaba, en un Ateneo Obrero, ésa fue su universidad, allí se doctoró, incluida en los grupos de aficionados. El teatro fue la universidad popular de mucha gente analfabeta o con escasa educación. Interpretó el teatro catalán desde el drama al vodevil. Se interesó por el teatro contemporáneo europeo y lo introdujo en su amplio repertorio (Zola, Pirandello, Ibsen, Rice…). Margarita apostó por formas de expresión anticonvencionales: Valle-Inclán, Pérez Galdós, Unamuno y por los nuevos valores de la generación del 27, García Lorca, Alberti, Casona… Esto es encomiable, porque Margarita nace de la marginalidad, ése es uno de los grandes valores de su figura.
Xirgu está unida en la historia a Federico, fundió su talento interpretativo con el virtuosismo de la poesía de Lorca. Desde el fusilamiento del poeta, la actriz, que había sido la piedra angular de su teatro (“Debo a Margarita cuanto he logrado en el teatro”), su culto al poeta-dramaturgo se convertirá en una de las razones de su vida. Colaboró con la editorial Losada (Argentina) para reunir la obra completa de Lorca, recopilando las copias de los manuscritos que conservaban los intérpretes. Gracias a eso, se editaron en 1939.
Cuando Federico es fusilado por los franquistas (1936) acababa de escribir la obra La Casa de Bernarda Alba, obra símbolo de la opresión y con la cual el dramaturgo completa su trilogía rural. Nueve años tardó la actriz en recibir el texto que Lorca escribió para ella . “El quería que esta obra se estrenara aquí y se ha estrenado, pero él quería estar presente y la fatalidad lo ha impedido. Fatalidad que hace llorar a algunos seres. ¡Maldita sea la Guerra!” Esas fueron las palabras que pronunció Margarita en el Teatro Avenida, de Buenos Aires, luego de su estreno arrollador.
Para mí hablar de Margarita es hablar del pasado y del futuro, aunque el pasado siempre tiene mala fama, nadie quiere mirar al pasado, porque representa el retroceso. Se nos ha dicho que Latinoamérica es el pasado y el futuro es Europa. Pero yo creo que hoy el futuro es Latinoamérica. Lo digo desde un punto de vista cultural, intelectual, desde la sabiduría de los pueblos. Ese intercambio es fundamental, hay mucho que aprender allí. Yo creo que eso lo entendió muy bien Margarita, desde ahí puedo afirmar que fue una mujer visionaria. Y eso es lo que me cautiva.