Latinoamérica late una mirada sobre el teatro latinoamericano que nos llega (por Tony Casla)
Son muchos los años que hace que, afortunadamente, fuerza creadores escénicos nos vamos a trabajar en los países hermanos de Latinoamérica. Sin duda, la concepción de la teatralidad y de la verosimilitud son conceptos muy alejados de lo que entendemos en Occidente. Ni mejores ni peores, son diferentes. Y esta diferencia es la que da un empuje cultural que hace que sea interesante conocerla. Sabemos que no es fácil ir allí y vivir su teatro, pero tenemos varias opciones que nos permiten ver espectáculos hispanos en nuestro país. Los festivales de teatro de las salas independientes, o los ciclos de teatro, sobre todo argentino, son una opción cautivadora. Por ejemplo, el CATBASUR que actualmente están haciendo en la Badabadoc. También el teatro Romea hace una apuesta año tras año hacia la escena latina. O el Tívoli, que acoge teatro argentino más comercial. También el Festival Temporada Alta de Girona nos ofrece algún montaje cada año. No podemos olvidar, tampoco, el espectáculo de las jóvenes chilenas que hace unas semanas ha seducido al público barcelonés con Paisajes para no colorear, presentado en el Teatro Libre con producción del Centro Cultural Gabriela Mistral y la Compañía de Teatro La-resentido. Si tenemos la oportunidad de salir de Cataluña, nos encontramos con el Festival Iberoamericano de teatro de Cádiz, uno de los más importantes del mundo en cuestión de teatro sudamericano, junto con el de Bogotá en Colombia. Es preciso mencionar el recién nacido Festival de teatro Iberoamericano de Logroño; el Festival Celco -Festival iberoamericano de teatro contemporáneo- en Almagro, o la nueva Muestra de Teatro de Expresión Ibérica de Extremadura.
Cada país tiene sus códigos, su manera de expresar mediante el teatro lo que siente, lo que vive en ese momento, lo que quiere llamar para que llegue hasta aquí ... Brasil tiene un bagaje teatral inmenso, con influencias africanas y europeas mezcladas con las nativas indígenas que hacen que los montajes tengan un carácter brillante desde los puntos de vista estético, social y filosófico. Normalmente, desconocedores de lo que se hace allí, comparamos nuestra manera de hacer / crear teatro sólo los espectáculos europeos u occidentales, que son los que conocemos. Nunca nos hemos parado a pensar como haríamos nosotros sus montajes originales, muchos de ellos cerca de los orígenes rituales del teatro. En primer lugar, he hablado de Brasil porque es el país que, aunque tengan una lengua románica hermana, no es hispanohablante. Por lo tanto, lo hace más interesante. Hay que decir que este año Portugal ha entrado en el programa 'Iberoescena'. Este proyecto ayuda a que festivales como Temporada Alta acerque obras de allí, o que las compañías catalanas puedan coproducir espectáculos con otras compañías en Paraguay o Nicaragua. Conexiones, lazos para hermanarnos y crear sin detenernos. Durante las últimas semanas somos testigos de lo que está pasando en Chile, Bolivia o Ecuador. Y eso es lo importante. Porque son valientes, porque no tienen miedo. Para que los blancos siempre miramos de reojo lo que hacen los demás sin mojarnos. Y sí. Esto queda reflejado en el arte, también. Al 6º Festival Internacional de artes escénicas del estado mexicano de Tlaxcala, se ha presentado la obra La última flor. Un espectáculo de mimo que denuncia la sobreexplotación de las fuentes naturales mineras, acuíferas / hidrológicas, forestales, nucleares ... De forma poética, el actor Cristian Molina, nos acompaña con su corporalidad a un viaje donde atraviesa varios lugares indeterminados con una mochila y una especie de pecera donde está metida y escondida la última flor. De entre el público, elige a dos niños, un niño y una niña de aproximadamente cuatro o cinco años, y con su ayuda desenroscar la pecera de la mochila, quitan la flor y salen del espacio escénico en el exterior, a un jardín. Previamente, el público ha ido saliendo a él poco a poco. Todos presenciamos cómo se planta en la tierra la última flor con las manos de los niños y la ayuda del actor. Uno de los momentos teatrales más sensibles, expresivos y efectivos que se pudo vivir. Al final, el actor chileno hace un discurso sobre la actualidad chilena, de la que todos somos partícipes.
Uno de los pensamientos que viene a la cabeza y que hace reflexionar es como afecta directamente el movimiento social en el arte. Obviamente, todos los movimientos artísticos y literarios surgen de un movimiento social, es indisociable. Pero, al menos, es un pensamiento que se tiene archivado. Como una reliquia propia de los siglos pasados. Justamente, las obras artísticas (incluyo las teatrales) que se están produciendo en la actualidad, son producto del que estamos heredando: proceso catalán, violencia de género, ascenso de la ultraderecha en el mundo, recortes sociales, entre otros . Imagínese un país donde el devenir diario sea eso siempre. Cada día ... Cada día ... Con una economía injusta e inestable. Con una política corrupta en todos los sentidos posibles. Con unas fuerzas de seguridad que permiten muertos a centenares. Cada día ... Cada día ... Fruto de esta realidad, en Latinoamérica nos encontramos con dos perspectivas: un teatro más cercano a lo que conocemos como 'amateur' o, incluso, precario, con un equipo artístico lleno de 'ilusiones, pero falto de formación y técnica. Subrayo el término 'ilusión' sólo para intentar contagiarnos un poco. No tienen nada material, pero sí el más importante. Otra lección que traslado a Occidente. Por otro lado, nos topamos con un teatro con pocos recursos pero con gente formada. Este fenómeno hace que podamos ver un espectáculo correcto escenográficamente (con algunas carencias en los equipos de iluminación, sonido o mobiliario escénico) solucionados excelentemente con grandes actores y con una dirección escénica que borra las carencias. Otro comentario que es de justicia exponer, es el crecimiento del número de actores que se forman a partir de la verosimilitud y de la organicidad propia de ellos. Las interpretaciones en que estaban acostumbrados y cómodas, hasta ahora, eran las que se pueden observar en las telenovelas. Un registro exagerado que no coincide con su manera de hablar ni de sentir. En México, por ejemplo, se está consiguiendo una nueva forma de interpretación -recordemos que en la televisión utilizan un audífono por el que los actores sienten a la persona encargada de la dirección dar órdenes que tienen que improvisar en ese mismo momento- . En los países más europeizados, como Argentina, Chile o Uruguay, la técnica interpretativa es completamente diferente, donde precisamente siempre ha primado la verdad en la interpretación. Un ejemplo de la nueva manera de actuar en México fue Curva peligrosa dirigida por el director mexicano José Luis Castilla de la compañía Teatrubu. Un espectáculo que explica los universos de las drogas, la adolescencia, el aborto, el embarazo adolescente, la homosexualidad o la amistad en la franja de edad de los 13 a los 20 años. Una realidad que el público mexicano sólo conoce con una venda en los ojos. Y lo explican sin tabúes, sin miramientos. Un acto de valentía donde los actores vivían cada escena, transmitiendo el público lo que sentían en cada momento desde la verdad. Un espectáculo pedagógico con un trágico final para concienciar a los niños y niñas mexicanas de la importancia de la educación y los valores. México está despertando. Nos lo dice este montaje o las series de televisión donde se tratan temas hasta entonces intocables y con censura asegurada.
Los tiempos mejores es un monólogo sobre el síndrome de Down, escrito por Juan Carlos Delgado y dirigido por Gloria Miravete. La actuación sorprendente de Eduardo Sánchez y su trabajo físico corrobora nuevas temáticas, nuevos lenguajes escénicos poco investigados en México. El actor nos mostraba momentos como el del hermano de un niño con síndrome de Down; o el del niño mismo. La silla de ruedas extensible funcionaba, al mismo tiempo, como cama, como silla, como plataforma o como base de acrobacias. En el interior de una tienda de campaña, el actor era la figura central en el espacio escénico. Una tienda de forma triangular que parecía cubrir, todo protegiéndolos como el manto de la Virgen María, los personajes que encarnaba el Eduardo.
Pero los mexicanos también son capaces de montar una comedia del arte y hacerlo igual de bien que en esta parte del mundo donde tenemos experiencia; o acercarse a las raíces afroamericanas, gracias a Cuba, con una actriz que disponía de su cuerpo como una negra africana embriagada por la santería. Otra manera de entender la vida; dos santeros dictaron conferencias sobre la santería cubana y los orígenes africanos de la misma.
En Colombia conviven culturas andinas (como en Ecuador, Perú o Chile) con las caribeñas, paisa y pacíficas; En Paraguay se hace teatro en la única lengua nativa oficial a un país latinoamericano, el guaraní, con una mezcla cultural riquísima que camina entre la post colombina y la autóctona, con aires de los países que la rodean y de Europa. Y así, cada país nos ofrece una obra de arte única, llena de otras obras de arte que dejan boquiabierto a quien las sabe ver con mirada de arte. No nos descuidamos. No nos podemos creer que aquí todo se hace bien y mejor. Sudamérica está latiendo. Se está despertando. Nos están dando una lección de cómo se deben cambiar las cosas si estamos hartos de corrupción, de abusos, de pobreza, de injusticia ... Tenemos mucho que aprender de ellos. Y cuando Sudamérica se levante del todo, seguro que será una fuente inagotable de la que tendremos que beber para continuar creciendo. Para continuar creando lazos que nunca se deben dejar marchar. De momento, vamos a ver teatro de todo el mundo! (Tony Casla es dramaturgo y director escénico)