No siempre resulta fácil explicar (ni entender) que, en el proceso de creación, muchos personajes aparecen sencillamente por la necesidad de referirse a un aspecto concreto del tema que se está tratando o en oposición al tema que encarna algún otro personaje. De hecho, en la dramaturgia de creación las cosas no aparecen siempre de forma ordenada ni lógica y, a menudo, los elementos que se van integrando de forma gradual aparecen, en su totalidad, a lo largo del proceso íntegro de composición de la pieza o del espectáculo. La creación es un proceso que puede ser intuitivo, caótico e intempestivo, pero lo que busca, en última instancia, es articular este caos. 

Otro es el caso del análisis dramatúrgico a partir de un texto dramático, porque en este caso la exploración parte de unos elementos perfectamente articulados y estructurados en una pieza acabada que ha ido acumulando todas las intuiciones, integrando unas, eliminando otras, reelaborando muchas, de tal manera que lo que tenemos en las manos es un sistema cerrado perfectamente calibrado y equilibrado en el que cada elemento ocupa el lugar exacto que le corresponde. Es obvio que estoy hablando de obras bien construidas, modélicas, de estructura impecable, sea cual sea el proceso que hayan reseguido para alcanzar esa perfección estructural, la perfecta carpintería que toda pieza dramática requiere. 

Es en este segundo contexto de la obra escrita acabada donde hablamos de estructuras de personajes bien trabadas (hablaremos más adelante de cómo surgen las estructuras de personajes en el proceso de creación de un texto dramático), y lo cierto es que tenemos tendencia a imaginar las grandes estructuras de personajes y de temas con formas geométricas más o menos perfectas como podría serlo, por ejemplo, ésta:
Si con esta estructura quisiera caracterizar, por ejemplo, Hamlet, pondría en medio el personaje de Hamlet y, a su alrededor, este círculo de personajes con los que él interactúa –Ofelia, Horacio, Claudio, Getrudis, Polonio, Laertes, Rosencrantz y Guildenstern, los enterradores, el fantasma del padre...–. Las relaciones que de verdad se establecen en la obra de Hamlet son sin duda más complejas de lo que expresa este esquema, pero este esquema permite, al menos, explicar algunos de los aspectos que caracterizan esta relación. Y, sobre todo, nos permitiría interrogarnos sobre la articulación de la estructura de subtemas: el personaje central carga con el tema central, mientras que el círculo de personajes, que establecen entre ellos vínculos menos directos, cargarían temas subsidiarios. 

Escena a escena, en cambio, encontraríamos estructuras de personajes más simples, como las que se suelen establecer en la tragedia griega, confrontaciones entre dos o tres personajes, que nos permiten visualizar diferentes formas de conflictos:
Podríamos aumentar a cuatro, cinco, seis los personajes de una escena y los esquemas se irían haciendo más diversos, más complejos según cada escena, pero quizás haya que recordar aquí que Shakespeare, en sus piezas, juega con un grupo nunca superior a seis y siete personajes de primer nivel, número que coincide, justamente, con el de los actores principales de su compañía. El resto de personajes aparecen de forma a menudo puntual y son, en cuanto a la estructura conceptual, irrelevantes. 

Cada obra de teatro puede siempre reducirse a un esquema simple de personajes. Pero el principal objetivo de elaborar estos esquemas sólo puede ser alcanzar la máxima capacidad explicativa; es decir: una estructura que no resulte reveladora de algún aspecto concreto de la estructura de subtemas / personajes no tiene ningún interés. Y, por otra parte, a menudo se te ocurre más de una forma esquemática para explicar diferentes aspectos de una misma pieza. En este sentido, y continuando con Hamlet, resulta muy reveladora, por ejemplo, la contraposición generacional de las tres líneas masculinas que aparecen. 

Los personajes masculinos que aparecen en el nivel I. son Fortinbrás Padre (F), Hamlet Padre (H), Polonio (P), y en el nivel II. son Fortinbras hijo (F), Hamlet hijo (H) y Laertes (L). Entre los niveles I. y II. aparecen dos personajes masculinas que son el Rey de Noruega y tío de Fortinbrás (RN) y Claudio, hermano de Hamlet padre y tío de Hamlet hijo (C). Salen sólo dos mujeres: la primera, Gertrudis (G), esposa primero de Hamlet Padre y después de Claudio, que sostiene un vínculo directo con Polonio que es la mano derecha de Claudio; la segunda, Ofelia (O), enamorada de Hamlet, es hija de Polonio y hermana de Laertes (el papel de las mujeres en la dramaturgia clásica es demasiado complejo como para resolverlo aquí en un par de líneas, volveremos en futuras entradas).
La estructura generada a partir de Fortinbrás padre es una estructura espejo de la generada a partir de Hamlet padre. Los dos reyes legítimos han muerto en circunstancias muy diferentes: el primero (F) en un duelo perfectamente legal, el segundo (H) seguramente asesinato (Hamlet hijo no puede despejar las dudas hasta que lo demuestra con la propia muerte). La corona de los dos, ambos con un hijo demasiado joven para gobernar, pasa al hermano del rey muerto (que es de más edad y más apto para gobernar, tal como lo establecía, en muchos casos, el derecho de sucesión durante el feudalismo). Fortinbrás hijo, finalmente, heredará la corona de su tío de forma legítima. Y es precisamente aquí donde comienzan las dudas de Hamlet. Si no se rebela contra Claudio, heredará la corona ilegítima de un usurpador; si se rebela sin ninguna prueba (como es el caso), aparecería ante los ojos de todos como un usurpador. La última línea, muy interesante, es la de Polonio-Laertes, que curiosamente representan la razón política (P) y la legitimidad que otorga el pueblo (L), y ambas se muestran en su forma más ilegítima, como a una política engañosa y astuta ajena al bien común (P), y como revuelta y traición (L). 

En todo caso, lo más interesante es ver la cantidad de cadáveres con que Shakespeare decora su estructura de personajes, todos ellos representan subtemas fracasados respecto al eje conceptual central que es la legitimidad de gobierno:
Es bastante obvio que, ante este esquema de decesos, Shakespeare nos está indicando una idea bien clara, sobre todo a partir del momento que Fortinbrás llega a la corte de Dinamarca, cuando muchos de los cadáveres están aún calientes y en la escena del crimen (como en una película de Tarantino) y, sencillamente, s'encasqueta la corona. Que la obra gira, en negativo, en torno a la legitimidad en el poder y las formas del buen gobierno, no es una deducción arriesgada. 

Volvemos a reclamar, pues, el valor explicativo de las estructuras de subtemas / personajes y a insistir en que en ningún caso postulamos la existencia de estructuras estándar aptas para todas las obras. Cada obra, justamente, explora su originalidad desde todos los puntos de vista posibles. ¿Deberíamos esperar menos de una estructura de subtemas / personajes? 

Pablo Ley 
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