En cuanto a los aspectos macroestructurales, las unidades temáticas mínimas se reúnen y articulan en torno a episodios o escenas, cuyas definiciones varían de una época a otra, pero que, en general, implican el desarrollo de una situación con un grupo más o menos invariable de personajes en un tiempo de duración suficiente como para plantear y terminar esta situación dando paso a la siguiente. Por ejemplo, en el caso de las tragedias griegas, un episodio se extiende de forma inequívoca entre dos estásimos, que es como se denominan los cantos del coro.
Una de las tragedias respecto la que Aristóteles insiste más en su perfección es Edipo Rey, de Sófocles, y es, en efecto, una de esas piezas en las que la correspondencia entre la cadena de conflictos (C1... Cn) y la cadena conceptual (TR1... Trn) es más brillante. Edipo Rey
gira en torno a cómo, desde la peste de la ignorancia, se alcanza el conocimiento de la verdad y a cómo sólo la verdad contribuye al bien común incluso en contra del interés individual.
Me comprometo a hacer un análisis detallado del Edipo Rey
de Sófocles en otro ocasión, porque el trabajo de desmenuzamiento conceptual de la obra nos obligaría a extendernos más allá de lo que ahora y aquí resulta razonable. Pero sí trazaré, a modo de ejemplo, el esquema de correspondencias entre las cadenas (C1... Cn) y (TR1... Trn) que se produce a lo largo de un argumento que puede ser reducido a un esquema como el que sigue:
(PRÓLOGO)
Al principio de la obra, descubrimos el coro de ciudadanos de Tebas (Ct), dirigido por el gran sacerdote de Zeus (S), que ha acudido al palacio de Edipo (E) para tratar de superar el mal que los aflige colectivamente (un mal común). ¿Cómo solucionar la mortandad que ocasiona la peste? Esta es la gran pregunta. A partir de este momento se produce una serie de entradas de personajes, cada una de las cuales acerca un poco más a la respuesta completa y definitiva del enigma original.
(C1)
Primero entra Creonte, que acaba de llegar de consultar el Oráculo de Delfos, y habla, por tanto, por boca de Apolo (A). La respuesta que da Apolo a la pregunta formulada es el enigma que se irá aclarando a lo largo de la obra, auténtico thriller, y lo que dice es que hay que expulsar de Tebas al asesino del Rey Layos.
(C2)
Después entra Tiresias (T), el adivino, que es capaz de colegir por el vuelo de los pájaros el destino que los dioses han otorgado a los hombres y, de hecho, da sin vacilar (haciendo lo que hoy muchos considerarían un spoiler) la respuesta correcta... pero es una respuesta susceptible de no ser creída... como así ocurre.
(C3)
Entra Creonte (C), y esta vez sí que habla en nombre propio, molesto porque ha sabido que Edipo lo acusa de traición. Su respuesta, hecha de la manera como la haría un estadista, sería la propia un debate dialéctico, señalando las carencias lógicas del razonamiento de Edipo.
(C4)
Yocasta (J) entra para evitar que la confrontación entre Edipo y Creonte termine mal, y luego, una vez solos, se aplicará en desacreditar las acusaciones que ha hecho Tiresias utilizando lo que sería una forma de lógica elemental, el sentido común.
(C5)
Esta escena es interrumpida por la entrada del Ciudadano de Corinto (CtC) que viene a avisar que Pólibo, padre adoptivo de Edipo, ha muerto. Demuestra así que Edipo no ha podido ser el asesino de su padre, tal como le había anunciado el oráculo de Delfos, y además le cuenta algunas circunstancias de cuando, aún bebé, recibió a Edipo de las manos de un sirviente de Layos y él mismo lo entregó a Pólibo.
(C6)
Entrará finalmente el sirviente (Srv), testigo de primera mano tanto del abandono de Edipo, todavía bebé, en el monte –de hecho, fue él quien, negándose a cumplir su cometido de dejarlo morir, entregará el bebé al Ciudadano de Corinto–, como, años después, de la muerte de Layos en el cruce de caminos que lo conducía a Delfos.
(EPÍLOGO)
La obra termina con la ceguera de Edipo y con el encuentro de éste con sus hijas Antígona e Ismene con las que habla del futuro.
Hasta aquí la cadena de conflictos (C1... Cn). Veremos ahora cómo esta cadena se corresponde, paso a paso, con la cadena conceptual (TR1... Trn):
(PRÓLOGO) ––– (PLANTEAMIENTO) La cuestión que plantea Sófocles es, esencialmente, la de la necesidad inexcusable de la Verdad para alcanzar el buen gobierno. Está hablando, como es obvio, de una Verdad compleja, que implica una diversidad de puntos de vista. Y son precisamente estos puntos de vista los que señalará en la sucesión de episodios que siguen.
(C1) ––– (TR1)
Apolo (A) representa el conocimiento absoluto. De alguna manera sabemos que la verdad absoluta existe pero sólo es inmediatamente reconocible para los dioses.
(C2) ––– (TR2)
Tiresias (T) está en contacto con este conocimiento absoluto... y casi es capaz de tener la certeza de este conocimiento (2), pero siempre hay un posible margen de error o de interés que puede sesgar la respuesta (es de eso de lo que le acusa Edipo). Hay que aportar, pues, otros puntos de vista.
(C3) ––– (TR3)
Creonte (C) representa la forma más alta de pensamiento lógico, capaz de detectar los errores de formulación en las proposiciones a debate.
(C4) ––– (TR4)
Yocasta (J) sería una forma más elemental de pensamiento lógico, el sentido común, que hace referencia a aquellos conocimientos considerados lógicos, pero también prudentes, una prudencia que a menudo nos ahorra graves errores.
(C5) ––– (TR5)
El Ciudadano de Corinto (CtC) sería la capacidad de relacionar los hechos para intentar demostrar de forma fehaciente la verdad a debate.
(C6) ––– (TR6)
El sirviente (Srv) representa el escalón más bajo en la jerarquía del conocimiento, que es la del conocimiento de los hechos sin ninguna interpretación, pero que, en última instancia, son los únicos que avalan la certeza.
(EPÍLOGO) ––– (CONCLUSIÓN)
La anunciada ceguera de Edipo ocurre en el momento en que Edipo ha tomado conciencia de la verdad: la ha interiorizada y, por tanto, ya no hay que buscarla en el exterior... ya no necesita los ojos para ver. La conclusión se extiende en una escena casi innecesaria si lo que buscamos es la efectividad narrativa de la historia, pero importante desde el punto de vista conceptual. Edipo habla con las hijas que, como mujeres y como niñas, representan el futuro, y justamente lo que los anticipa es el futuro.
Hay aún una conclusión que pasa inadvertida y que he querido remarcar en el esquema con las líneas en rojo. Todo el mundo entiende que la felicidad de Edipo como ser humano queda fulminada en el momento que alcanza la verdad de quién es él: el asesino de su padre, el esposo de su madre, el hermano de sus hijos. Pero a menudo se olvida que, mientras Edipo se hunde, y en la misma medida que se va alcanzando la verdad de los hechos, la peste que asola Tebas se desvanece y para los ciudadanos de Tebas, que son los que al principio se han congregado a las puertas del Palacio para alcanzar una solución, retorna la calma. De alguna manera la conclusión vendría a ser que la verdad redunda siempre en el bien común.
El tema, en definitiva, gira en torno a la verdad. Y la proposición que parece plantear Sófocles es que, ante cualquier problema colectivo, es necesario aplicar todas las formas del conocimiento posibles para alcanzar el bien común, y que el buen gobernante es aquel que lleva hasta las últimas consecuencias la voluntad de alcanzar el conocimiento incluso cuando él mismo se ve perjudicado.
Las fechas del estreno de Edipo Rey –probablemente el 429 a. C., otros lo sitúan entre el 429 y el 425 a. C.– permiten hacer una lectura históricamente contextuada. Estamos al principio de la Guerra del Peloponeso, iniciada el 431. En el 429 se declara la peste en el interior de los muros de defensa de Atenas. Uno de los protagonistas indiscutibles de este momento es Pericles, el constructor de la gran Atenas, pero también el artífice de la guerra. A qué verdad aludía Sófocles? A qué peste hacía referencia? Podemos leer una identificación entre Edipo y Pericles? Cae sobre Pericles el castigo de Edipo? Lo que sabemos es que Pericles muere debido a la peste durante el otoño del 429. Sean cuales sean las respuestas, lo cierto es que las verdades que preocupaban a Sófocles iban mucho más allá del conocimiento filosófico.